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Duna 5

Habíamos entrado en lo que llamábamos “la nueva normalidad” llena de reglas y restricciones. Sobre todo, restricciones. Ya nada era lo mismo. La gente iba recelosa por la calle. Las muestras de afecto se habían suprimido. Los abrazos habían desaparecido y los niños ya no jugaban en los parques. 
La vida se había detenido hacía ya casi cuatro meses y parecía no querer arrancar de nuevo. 
Ella, estuvo todo el tiempo en casa. Sólo salía para ir a comprar el pan y lo hacía concienciada de la situación. Pero todos los días podía notar en su corto recorrido que unos ojos la seguían. 
Al principio, no le dio importancia. Sería casualidad. Pero con el paso de los días se fue percatando de todo lo contrario. 
Esos ojos la observaban y siempre la seguían en su camino de ida y vuelta. De manera que se acostumbró a ellos y una mañana sin darse cuenta se encontró saliendo del portal y buscando esos ojos descubriendo para su asombro, que al encontrarlos se había ruborizado y se asustó ya que nunca antes la había sucedido algo parecido. Por lo menos, no con una mujer. 
Los días fueron pasando y ellas se seguían buscando con la mirada. No habían cruzado palabra en esos casi cuatro meses y cuando se pudo salir a la casi sin horarios, dejaron de “encontrarse” 
Una mañana, ella bajó al buzón y vio que asomaba algo. Era una nota. Abrió el buzón y la leyó. 
  • Me gustas. Me encantaría ponerte nombre y lo más importante. Ponerle cara a tus ojos. Si quieres lo mismo que yo, te espero en la calle Duna 5 mañana por la tarde. 
No podía dar crédito a lo que acababa de leer. La temblaban las manos y el corazón la iba a explotar. No sabía si ir a la cita o dejarlo estar. Ella nunca se había sentido atraída por otra mujer y lo que sentía la asustaba mucho. 
No pegó ojo en toda la noche. No podía dejar de pensar en la nota y en ella. En cómo sería. En su nombre. En qué se dirían al verse... 
A la mañana siguiente se levantó sin apenas haber dormido en toda la noche. Estaba emocionada. 
Su cabeza era un hervidero de pensamientos, sensaciones y miedo a lo desconocido. 
Cuando se quiso dar cuenta, eran las tres de la tarde. Comió un poco de ensalada, un poco de fruta y se sentó a releer la nota. 
A las seis se dio una ducha y se vistió. Tenía todo el armario encima de la cama. Se había probado toda la ropa que tenía y con nada estaba cómoda. Vaqueros: demasiado informal. Falda: demasiado corta y así con todo hasta que por casualidad encontró ese vestido midi rosa que tenía olvidado en el fondo del armario. 
Perfecto. Con unas sandalias nude a juego y cómo no, lencería sexy debajo. Tanga de encaje rosita palo y sujetador a juego. 
Eran casi las ocho cuando llegó a la calle Duna 5 y llamó a la puerta.  
Al instante sonó el timbre y la puerta se abrió sola. Al fondo se oyó una voz que la invitó a pasar.   
La casa era enorme. Un espacio diáfano lleno de alfombras y muebles blancos. El salón estaba dividido en dos. Una zona con dos enormes sofás de piel blancos y la otra con una mesa de madera maciza y sillas. ¡ah! Y una terraza que daba a una espectacular piscina. 
  • Pasa mujer. No te quedes ahí parada. No muerdo. Ponte cómoda. ¿te apetece tomar algo? 
  • Sí. Un vodka con naranja por favor. -Dijo ella-  
  • Pues nada. ¡marchando dos!  
Ella estaba embelesada. Esos ojos que la habían estado siguiendo, eran verdes. Enormes y ella... ella era preciosa. Con una sonrisa radiante. 
Se tomaron los vodkas y charlaron animadamente de todo. Era como si se conocieran de siempre. 
Hacía mucho calor así que decidieron darse un chapuzón. 
Ella, no contaba con eso y no tenía bikini por lo que decidió que se bañaba desnuda. 
Cuando se metió a la piscina, su anfitriona ya estaba dentro y para su sorpresa, también estaba desnuda.  
Tanía unas caderas bien pronunciadas y unos pechos redondos y turgentes que invitaban a ser devorados sin descanso. 
Se acercaron la una a la otra y sin mediar palabra se besaron apasionadamente. Sus cuerpos desnudos aún dentro del agua desprendían un calor infinito y sus manos temblorosas no dejaban de acariciar el cuerpo de la otra. 
De repente, ella se la quedó mirando y la dijo... 
  • Estoy aquí desnuda en tu casa. En tu piscina y aún no se cómo te llamas... 
  • Bibian. Me llamo Bibian. ¿quieres saber algo más? 
  • No. -Dijo ella- Yo me llamo... 
  • Shhh... Luego –Dijo Bibian a la que la besaba- 
  • Ahora, sólo déjate llevar amiga mía. 
Las manos de Bibian recorrían su cuerpo con una destreza maestra y no tardaron nada en aposentarse en su sexo. Metió dos dedos en su interior y con el pulgar la frotaba el clítoris ávidamente.  
A ella las piernas la temblaban descontroladamente. Gemía con cada calambre que emitía su cuerpo y explotó en un orgasmo que la dejó casi sin equilibrio. 
Bibian se la quedó mirando y la dijo al oído... 
  • Será mejor que vayamos a un sitio cómodo. Un sitio donde puedan temblarte las piernas y no te caiga. 
Salieron de la piscina y fueron al salón. Iban besándose y acariciándose. Parecían dos enfermas sexuales mordiéndose y arañándose sin control.  
Cayeron de rodillas en la alfombra de pelo y allí, continuaron besándose y calmando su sed. 
Ella nunca antes había estado con una mujer y todo esto le parecía lo más excitante que había hecho jamás. 
Bibian lo había planeado todo. Tenía unas esposas y la sujetó las manos a la pata de la mesa para tenerla a su merced. Cuando la tuvo como ella quería, recorrió todo su cuerpo con la lengua deteniéndose en sus pezones duros y erectos. Los saboreó y mordisqueó mientras ella daba respingones de placer, Poco a poco, fue bajando hasta llegar a su coño. Lo tenía húmedo y caliente. Sin dudarlo, Bibian metió de nuevo sus dedos en él y cuanto notó como pasaba de estar húmedo a estar mojado, se lo llevó a la boca.  
Pasaba la lengua por su clítoris y de vez en cuando, lo mordía suavemente. 
Ella se agitaba desquiciada. Gritaba de placer con cada lametazo. Con cada mordisquito y Bibian con cada gemido, la chupaba un poco más- Así fue como ella llegó a su segundo orgasmo. 
  • Suéltame. Deja que te coma entera. Quiero saber a qué sabe tu coño -Dijo ella- 
Bibian, obediente, le quitó las esposas y se puso a su merced. 
Ella estaba fuera de . Abrió las piernas de Bibian y perdió su cara entre ellas. La metía los dedos, la chupaba, la besaba y la saboreaba sin descanso. 
Bibian con cada beso y cada lametazo se estremecía y pedía más.  
Ella metía y sacaba sus dedos mientras la chupaba el coño ávidamente. Era la primera vez que lo había y creyó que la iba a costar más. Pero Bibian la ponía muy cachonda y comerla el coño era lo más placentero que había hecho nunca. 
Bibian se corrió en ella. Su flujo emanaba a borbotones y ella selo bebía como si nada.  
Entonces, le quitó las esposas a Bibian y ésta en cuanto estuvo libre, se humedeció los dedos y la masturbó. Ella hizo lo mismo con Bibian y juntas llegaron al clímax. 
Cuando acabaron, se miraron y empezaron a reír a carcajadas. Se acababan de conocer y sin embargo, sabían que ya no podrían vivir la una sin la otra. 
Hoy, diez años después de esa “nueva normalidad” ellas siguen follando como el primer día y Bibian sigue sin saber el verdadero nombre de su compañera de viaje porque dice que así todo es más emocionante. 

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