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SOÑANDO DESPIERTA

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Me acosté temprano. Estaba muy cansada. El día había sido largo.
Intenté quedarme dormida pero el cansancio era tal que me lo impedía.
Fue entonces cuando llamaron a la puerta. Me levanté medio desnuda y sin preguntar quién era abrí la puerta y me volví a la cama.
Estaba medio dormida, cuando sentí unas manos frías que  cogían por la cintura. Intenté girarme para ver quién era pero no pude ya que esas manos, me tenían bien sujeta e inmóvil. Así que, me dejé llevar.
Noté como se deslizaban por mis muslos suavemente y acariciaban mis ingles hasta separarme el tanga e introducirme un objeto que deduje era un vibrador.
Yo seguía de espaldas, sin intención de girarme y el sujeto que me estaba dando placer, no articulaba palabra. Solo me daba más y más placer.
El vibrador, hizo su función y cuando empecé a convulsionar, el sujeto me dio la vuelta, me colocó un antifaz, me abrió las piernas, me las ató una a cada extremo de la cama y me esposó ambas manos al cabecero de la cama.
Me temblaban las piernas. Deseaba saber quién me estaba poseyendo, pero me daba más morbo la incertidumbre así que seguí sin preguntar.
Sus labios empezaron a recorrer mi cuello. Al principio, cálidos y suaves. De repente, húmedos y fríos. Pude notar que llevaba un cubito de hielo en la boca mis pezones al tacto con el frío, se pusieron duros como piedras.
Recorrió todo mi cuerpo con su cubito y cuando casi se había derretido, lo posó en mi clítoris y empezó a chuparlo.
Su lengua recorrió cada centímetro de mi coño húmedo y caliente. Primero lamiéndolo y luego devorándolo rápidamente mientras me  daba pequeños mordisquitos en el clítoris y yo sólo pedía entre gemidos más…
Estaba muy cachonda. Me temblaba todo el cuerpo y deseaba notar su polla dura y caliente dentro de mí.  No tardé en sentirla. Me desató las piernas, me las flexionó y me penetró. Sus envestidas cada vez más rápidas y su aliento jadeante hicieron que me corriera en poco tiempo y él hizo lo propio en mi coño chorreante.
Cuando terminó, de dio un beso, me desató las manos y se fue.
El antifaz me lo quité yo cuando sentí la puerta cerrarse y sin darme apenas cuenta, me quedé dormida.
Cuando desperté a la mañana siguiente, pude comprobar que todo, absolutamente todo, había sido un sueño porque mi marido, dormía plácidamente a mi lado y yo llevaba el camisón puesto

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