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Prometía ser un fin
de semana movidito. Mi amiga y yo estábamos solas, ya que nuestros hijos se
habían ido de fin de semana con sus respectivos padres y teníamos en mente un
montón de cosas para hacer. Habíamos acordado que ese fin de semana no nos
íbamos a apalancar en casa.
La verdad, perdimos
toda la tarde del viernes pensando en que hacer el sábado y el domingo.
Lo que estaba claro
era que no íbamos a quedarnos en casa. Asique decidimos irnos a pasar dos días
a un balneario. Genial. Relajante, fresquito, silencioso… y sin hombres, solo
los masajistas. En fin, el sitio perfecto.
Preparamos maletas.
¿Que metemos? Total, allí no se liga, pero por si acaso, vamos a echar en la
maleta algo sexy a la par que provocativo, porque nunca se sabe.
Me voy a mi armario,
lo reviso de arriba abajo y al fondo veo ese vestidito rojo de seda y con
escote de vértigo que me compré hace mil años y que aún conserva su etiqueta.
Lo saco y me digo a mi misma… ¿por qué no? Total, algo tendré que llevar para
la fiesta del sábado noche. ¿Y que sujetador me pongo con esto? Porque me ponga
el que me ponga, se va a ver. Mmmm… creo
que no me voy a poner nada, total, mis tetas están bien firmes.
Llaman a la puerta,
es mi amiga con un cacho maletón…
-¿Pero tú donde te
crees que vas? ¿De vacaciones a Cuba? Coño, que vamos a cien kilómetros, a un
balneario, a relajarnos y como mucho a tomar una copa en la fiesta del sábado.
Le abro la maleta y….
¡¡¡¡JODER!!! Pero si lo único que veo son juguetitos, ¡¡coño con la reprimida!!
-A ver, a ver que esto
hay que supervisarlo.
-Un vibrador con
aleación de acero y cinco velocidades
-Unas bolas chinas,
cinco para ser mas concreta
-Gel lubricante de
fresa
-Un anillo vibrador
-Un antifaz negro de
cuero
-Unas esposas
-Un látigo
-¿Pero tú a que vas?
¿A relajarte o a follarte a todo lo que se menee?
Mi amiga me dijo que
me callara, que ella sabia lo que hacia en todo momento y que me aseguraba que
al final del domingo, la iba a agradecer el haber elegido ese sitio.
Llegamos al balneario
y nos dieron nuestras habitaciones. Cuando estuvimos instaladas y con el
albornoz puesto, decidimos ir a dar una vuelta para ver como era el sitio.
El sitio era
espectacular, fuentes por todas partes, piscinas de chorros, salas para masajes
de chocolate, de masajes turcos, saunas, baños de barro, en fin, de todo.
No sabíamos por donde
empezar, todo nos parecía apetecible y mi amiga decidió que se iba ha hacer el
circuito de chorros.
Me quedé sola,
deambulando por el lugar y mirándolo todo. Estaba a punto de irme a dar una
vuelta por los jardines, cuando en una de las salas vi un cartel que ponía:
“masajes especiales” asi que decidí darme uno de esos.
Entré en la sala.
Esta estaba en penumbras, solo alumbrada por la tenue luz de unas 20 velas
aromáticas. La sala estaba totalmente vacía ni una silla, ni una camilla de
masajes, solo un tatami enorme de color
negro, muchos cojines por el suelo y música muy suave. Estaba
ensimismada fisgando, cuando se me acercó el masajista y me invitó a tumbarme
en el tatami.
Le pregunté que
quería decir lo de los masajes especiales y con una sonrisa provocadora a la
par que picarona, me dijo que si quería saberlo, tenía que probarlo. Por lo
tanto, acepté.
Me quité el albornoz
y me quedé en bikini. Pero el masajista se me quedó mirando y con un gesto me
invitó a quedarme totalmente desnuda. Me tumbé en el tatami y tal y como él me
pidió, cerré los ojos.
Noté como un líquido
frio empezaba a recorrer mi piel desnuda y como unas manos lo extendían por mi
cuerpo. Me estaba untando en aceite.
Sus manos suaves
empezaron a masajear mi cara, despacito, casi acariciándola y poco a poco
empezó a resbalarse por mi cuello hasta detenerse en mis pechos. Los masajeaba intensamente, primero uno y
después el otro, haciendo círculos alrededor de ellos con sus dedos. Yo seguía con los ojos cerrados, por lo que
no puede ver cuando el decidió quitarse su albornoz. Sentí que sus manos
seguían bajando sin pararse hasta llegar a mis muslos y ahí me di cuenta de lo
que significaba la palabra “masaje especial”, porque me los abrió despacito y
empezó a masajear mi clítoris de una de forma suave pero constante y cuando me
quise dar cuenta, había introducido sus dedos en mi coño y los sacaba y metía a
su antojo, provocando en mí unas convulsiones incontrolables.
Estaba a punto de
llegar al orgasmo cuando de pronto decidió parar. Abrí los ojos y le pedí más,
pero el muy sutilmente me sonrió y me dijo que su masaje no incluía orgasmo,
que si quería una sesión completa, debería tener paciencia.
Salí de la sala cachonda
como una perra, me temblaba todo el cuerpo, solo quería encontrar a mi amiga
para contarle lo sucedido, pero era como si se la hubiese tragado la tierra.
Subí a mi cuarto y aproveché que no estaba mi amiga para ir a su maleta a
buscar un juguetito, necesitaba masturbarme, pero mi sorpresa fue que los
juguetitos habían desaparecido y en su lugar había una nota que decía…
“PACIENCIA”. Asi que decidí darme una ducha de agua fría.
Estuve sola todo el
día yendo de un lado para otro del balneario, dándome baños, saunas y buscando
a mi amiga, pero mi amiga no apareció hasta bien entrada la noche y entró con
prisas. La pregunté donde se había metido, que tenia algo que contarla, pero apenas
me escuchó, me dijo que me dejara de cuentecitos y que me arreglara que la
fiesta era en una hora y habíamos quedado y llegábamos tarde.
¡¡¡Coño, cuantas
prisas!!! Yo sola todo el día y ahora me viene con que hemos quedado. En fin,
me vestiré.
Saqué del armario mi
vestido rojo de seda, el tanga de encaje negro, mis medias de liga negras y mis
zapatos de tacón de aguja. Me fui al aseo me maquillé y una vez maquillada me
vestí.
El vestido tenía
bastante escote, por lo que dejaba ver mi generoso canalillo y se podía
adivinar que no llevaba sostén.
Mi amiga, estaba
impaciente, se había arreglado tan deprisa, que apenas me dio tiempo a fijarme
en su ropa, pero cuando pasó por mi lado, me quedé boquiabierta porque su
vestido negro de gasa sin espalda, era algo más que sugerente.
Salimos del cuarto y
nos encaminamos hacia el vestíbulo. La fiesta era en el gimnasio, que según me
pareció oír, lo habían acondicionado para la ocasión. Según íbamos llegando al
gimnasio, mi amiga se paró frente a mí y mirándome fijamente me recordó que aún
me debía mi regalo de cumpleaños y que esa noche lo iba a recibir. Mis ojos, se
entornaron sin apenas entender lo que quería decir mi amiga con eso, pero
cuando llegamos a la puerta del gimnasio y mi amiga la abrió entendí el porqué
del viaje al balneario y lo que me había querido decir con sus palabras.
El gimnasio, estaba
completamente vacío, no había gente pero si música que incitaba a quitarse la
ropa. El suelo estaba cubierto de pétalos de rosas de mil colores que lo
adornaban y perfumaban. Las paredes estaban adornadas con cientos de velas de
diferentes formas, colores y tamaños
pero lo que más me llamó la atención fue el observar que colgando de varias cuerdas que pendían del techo,
estaban todos los juguetes que habían desaparecido de la maleta de mi amiga.
Me quedé estupefacta
observándolo todo, y me giré para pedirle una explicación a mi amiga, pero
apenas me hube girado, ella saco de no se donde un pañuelo de seda rojo, me vendó los ojos y me dijo al oído…
“tranquila y ten
paciencia, porque hoy tu sueño erótico se va hacer realidad. Este
es mi regalo de cumpleaños”. Yo me voy, pásalo bien. Luego te veo.
Me quedé sola en
mitad del gimnasio con los ojos vendados sin saber muy bien que hacer, me
apetecía quitarme la venda, pero algo me impedía hacerlo. De repente la música
paró y escuché unos pasos que no sabia de que parte del gimnasio
procedían. Pregunté si había alguien y
no obtuve respuesta, pero sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Alguien
me estaba soplando en el cuello. Intenté tocar a la persona que me soplaba,
pero no había nadie.
No pude más. Me quité
la venda de mis ojos y miré a mí alrededor sin conseguir ver a nadie. Todo me
parecía muy extraño, por un momento pensé que mi amiga me había querido gastar
una broma pesada, pero deseché la idea cuando vi que de entre la oscuridad del
gimnasio, aparecía totalmente desnudo el masajista con el que había estado por
la mañana.
Se acercó lentamente
y me volvió a poner la venda en los ojos mientras me besaba sensualmente el
nacimiento de mi cuello. Aquello me excitó tanto, que mis labios empezaron a
buscar los suyos para besarle apasionadamente. Sin decir palabra, me bajó la
cremallera del vestido y este cayó al suelo quedándome solo con el tanga, las
medias y los zapatos.
Iba a preguntarle que
pensaba hacerme cuando me dijo al oído que él era el encargado de cumplir mi
sueño, que me relajara y disfrutara del momento, que me aseguraba que este día
no lo iba a olvidar.
Sus manos empezaron a
resbalarse suavemente por mi espalda mientras con su lengua acariciaba
sensualmente su cuello. Estaba tan pegado a mí que pude sentir su polla dura y
caliente en mis nalgas. Me estaba volviendo loca, deseaba saborearla pero me
tenía cogida de la cintura impidiéndome girarme.
Poco a poco me tumbó
en el suelo y empezó a mordisquearme los pezones a la que sutilmente me
despojaba del tanga y me abría las piernas.
No pude más y me
quité la venda de los ojos. Necesitaba ver todo lo que estaba pasando a mí
alrededor, necesitaba ver su cuerpo desnudo, ansiaba ver como me acariciaba y
también como me penetraba. Me quedé perpleja. Los juguetes sexuales de mi
amiga, estaban alrededor mío en el suelo
y el vibrador en sus manos. Antes que pudiera pronunciar palabra, puso en
marcha el vibrador y lo metió en mi coño. Primero a la velocidad mínima y luego
a la mayor de todas. Lo metía y sacaba velozmente, tanto que me corrí en
cuestión de segundos.
Se me quedó mirando
fijamente y me dijo que el juego acababa de empezar, que como mínimo iba a
tener dos orgasmos más y con las mismas, me besó en la boca y me pidió que me
pusiera a cuatro patas y que cerrara los ojos ya que me había quitado la venda,
que tenía una sorpresita para mí. Cerré los ojos y los abrí al cabo de unos
minutos cuando él me dio permiso. Mi masajista se había puesto detrás de mí, tenía en la mano
el gel lubricante de fresa y me lo estaba untando en mi culo, pero delante de
mí apareció otro hombre totalmente desnudo
que sutilmente me ofreció su polla. Sin pensármelo, me la metí en la
boca y empecé a lamerla como una loca, mientras mi masajista me penetraba
analmente y así llegué a mi segundo orgasmo.
Estaba desfallecida,
pero quería más. Yo había soñado muchas
veces que dos hombres me hacían suya,
que dos hombres me follaban, pero nunca había imaginado que me iban a regalar
mi sueño por mi cumpleaños y mucho menos que iba a ser mi amiga la portadora de
semejante regalo, este estaba siendo sin duda, el mejor día de mi vida.
De pronto el segundo
hombre sacó su polla de mi boca y despacito de puso debajo de mí, quedando yo a
horcajadas encima de él con su polla dentro de mi coño y la polla de mi
masajista dentro de mi culo. Nos movíamos los tres frenéticamente, mi masajista
me tenía agarrada de la cintura para penetrarme mejor mientras yo botaba como una loca encima del
segundo hombre. No se cuanto tiempo estuvimos así los tres, creo que perdí la
noción del tiempo, solo quería más y más. De esa forma, llegué a mi tercer
orgasmo y con él quedé inundada de la leche de mis dos fornidos masajistas que
se corrieron a la vez que yo quedando los tres exhaustos.
Tuvo que pasar un
buen rato para que yo pudiera subir a mi cuarto, ya que me temblaban las
piernas y no era capaz de andar. Cuando me medio repuse, me despedí de los dos
hombres me puse un albornoz que encontré en el suelo del gimnasio y me dispuse
a subir a mi habitación a darme un baño caliente.
Cuando entré, me
encontré a mi amiga totalmente dormida y decidí no despertarla, ya la daría las gracias por la mañana. Me llené
la bañera y me di un baño relajante que
duró casi una hora. Después, me tumbé en la cama y me quedé dormida.
Por la mañana cuando
me desperté, las maletas estaban hechas y mi amiga vestida e impaciente. Me la
quedé mirando fijamente y con una sonrisa pícara la dije…”gracias” a lo que mi
amiga me dijo…”ha sido un placer, pero de camino a casa, quiero detalles”.
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