
Ella seguía con su vida y era feliz y él seguía con la suya y se
conformaba.
El azar quiso que un día se encontraran en una cafetería y
decidieran que ya era el momento de hablar de lo ocurrido ese día sin
reprocharse nada el uno al otro.
Quedaron al día siguiente en casa de él para poder hablar con
tranquilidad y sin miradas indiscretas porque la conversación prometía ser
larga y algo complicada.
Por la mañana ella, se levantó como siempre temprano. Se pegó
una ducha, se tomó un café bebido mientras elegía un conjunto de lencería
(siempre le gustaba ir vestida por dentro y por fuera), se puso unos vaqueros pitillo,
una blusa semi transparente negra, unas botas y salió de casa.
No sabía muy bien la dirección exacta a la que tenía que ir,
pero estaba tranquila porque la guiaba el GPS. Iba conduciendo con la música a
todo volumen para no pensar en la conversación que iban a tener porque
realmente no sabía lo que él la quería decir ya que para ella todo estaba claro
desde el principio.
Llegó a la casa sin problema y a la hora prevista. Se bajó del
coche y cuando fue a tocar el timbre, él la abrió la puerta. Se dirigieron a la
cocina. Era un espacio luminoso, con una isla en el medio, sillas altas y mucho
espacio. Tenía muchos armarios y todo estaba impoluto. La mesa estaba dispuesta
a lo largo de una pared, a modo de barra y unos taburetes también altos alrededor.
·
¿Te
pongo un café? Le dijo él
·
Vale...
ya sabes cómo lo tomo. ¿sabrás preparármelo a mi gusto?
·
Yo creo
que sí. Pero si lo dudas, pues adelante. Ahí tienes todo. Háztelo tu misma.
·
Si. Yo
creo que mejor. Le contestó ella sin dudarlo.
Se levantó del taburete, se fue hacia la cafetera y se dispuso a
ponerse un café.
. ¿Te pongo uno? O eres autosuficiente
para ponértelo solito...
.
Puedo solito. Gracias...
En ese preciso instante, ella supo que iba a ser una
mañana larga y complicada porque él estaba poco receptivo y bastante a la
defensiva. Así que se armó de paciencia y se hizo a un lado para que él se
sirviera el café.
.
¿Por qué te apartas? No muerdo. - Dijo él en tono enfadado.
.
No quiero incordiarte. Hacerte sentir incómodo. No quiero pelear... Tú querías
hablar y aquí estoy. Así que dime lo que me tengas que decir cuanto antes y así
nos evitamos cualquier mal entendido tonto -Dijo ella en un susurro....
En ese momento, él se la quedó mirando fijamente, se acercó a
ella y sin mediar palabra, la agarró de la cintura y la besó. Ella
inconscientemente hizo ademán de zafarse, pero cuando se quiso dar cuenta, se
estaban devorando sin control.
Sus lenguas jugaban con avidez y mientras se besaban y mordían
la boca sin control, se fueron desnudando. Cuando la tuvo semi desnuda,
la cogió en volandas y la sentó en la encimera de la isla y la folló como un
poseso. Sus envistes cada vez eran más fuertes, más seguidos y sus gemidos
retumbaban en toda la cocina.
Parecían animales follando descontrolados. Devorándose el uno al
otro sin decir nada. De pronto él, la bajo al suelo, la dio la vuelta, la
agarró las caderas y volvió a penetrarla mientras con sus dedos la masturbaba.
El ritmo era frenético, los gemidos de él parecían alaridos y los de ella
cuando se corrió retumbaron en toda la casa.
Estaba empapada. Su cuerpo ardiendo y sus muslos llenos de flujo
vaginal. El seguía follándola sin control. Su polla dura entraba y salía de
ella y ella en cada embestida gemía pidiendo más y suplicándole que no parase
de follarla. Él, la tenía agarrada por las caderas y no la dejaba moverse. La
tenía a su merced. Sumisa y sus huevos chocaban en cada embestida.
Ella, no tardó en llegar a un nuevo orgasmo y él se corrió casi
a la par que ella.
Cuando se vistieron, ella, se tomó su café y sin decirle nada,
se puso el abrigo y se fue dando por terminada la conversación.
Fue la primera vez en su vida en la que tuvo una conversación
sin mediar palabra y también fue la primera vez que la quedaba todo claro.
De camino a casa, él la llamó varias veces, pero ella ya había
dado por zanjado el tema y no quería volver a hablar así que no le cogió el
teléfono.
Por la mañana, se despertó temprano. Tenía un WhatsApp un
tanto extraño. Era de ese amigo con el que había quedado a tomar un café
largo. Lo abrió y tuvo que leerlo dos veces para dar crédito a lo que decía.
. Lo siento guapa. No voy a
poder ir a nuestro café largo. Ya quedaremos otro día...
En ese preciso instante, supo que una vez más, su mente la había
jugado una mala pasada y que todo, absolutamente todo, había sido un sueño.
Comentarios
Publicar un comentario