
Hablamos de algunas cosas, nos tomamos unas
cervezas, pero yo, no dejaba de admirar a Sara, nuestra amante mayor. Nosotras
éramos unas princiantas, pero ella, ya era toda una profesional, toda una
mujer. Ese día tenía puesto un pantalón de vestir, azul claro, abrochado por
una diminuta correa y una blusa-suéter de color blanco, que resaltaba sus
pechos enormes y naturales. Después de un rato de contar chistes, reír y de
recordar lo que hiciéramos en el coche la otra vez, decidimos irnos al cuarto y
pasarlo en grande...
Ya en la cama, sabiendo a lo que íbamos no
hubo mucha planificación, los besos salieron solos, igual que las caricias, los
abrazos, y más... A Mari y a mí, nos encanta esa mujer. Nos gusta besarla, pues
sus labios son carnosos, su piel es tan suave, blanca, limpia, pura... Desde
que la besé la primera vez, aquella noche, debajo de casa, me volví adicta a
sus labios encarnados, a su lengua mojadita enroscada a la mía... Ah, me
encanta ser lesbiana por minutos, ya que a veces soy bisexual, cuando está el
Adán de esta Eva, enamorada de sus hijos...
Espontáneamente, no tardamos en notar la
necesidad de desnudarnos, así que, entre besos y besos, caricias y lengüeteos,
le quitamos la blusa a Sara. Mmm....., que preciosas se veían sus pechos firmes
y grandes. Ella no necesitaba cirugía. Tiene unos pechos bonitos y delicados.
Dios le dio la dicha de poseer unos pechos así para sentir el placer de ser chupada,
acariciada... y presumo, que también nos premió a nosotras por la dicha de
poder chupar y tocar estas lindas protuberancias.
Se las chupamos por un buen rato y ella
gimió y gimió hasta el infinito. Estaba contenta de tener a mis dos mujeres,
allí besándose y acariciándose mientras yo, desabrochaba el vaquero de mi
hermana para despojarla de la cárcel de sus trapos insensibles. Fue así,
mientras Mari le chupaba los pechos a Sara, yo le bajaba el tanga, tocaba su
culo y terminé agachada tras ella, besándoselo... Luego, mis labios se fueron
hacia los pezones de Sara y los mordí, los chupé y los estrujé con mis manos,
al tiempo que Mari me bajaba el pantalón y la tanga mojada..., bien mojada... Ya
que la excitación era bárbara
Y ya con el tanga por las rodillas, Sara
nos puso juntitas, se agachó y puso su cara allá abajo. No recuerdo a quien
lamió primero, solo sé que durante un rato, estuvo lamiéndome a mí mientras con
una mano tocaba la vagina de mi hermana; luego la lamía a ella y me tocaba a mí.
Mari y yo jadeábamos de lo lindo y yo, excitadísima, sentía que me bajaban
muchos fluidos y así era, pues la lengua de Sara, salía de mí empapada de mi
miel. Era excitante verla allí, arrodillada o de cuclillas, lamiendo nuestros
sexos y metiéndonos mano. Lo hacía tan sublime y tan rápido, que llegamos a
creer que nos lamía a las dos al mismo tiempo. De hecho, entre besos y lengüetazos
entre Mari y yo, Sara nos puso muy juntitas, a mi por delante de mi hermana, me
levantó una pierna y las dos vaginas quedaron muy juntas. Ahora si que nos
lamía al mismo tiempo, pues su lengua pasaba de una a la otra indistintamente y
ambas, gozamos mucho..., mucho y más cuando vimos que el hombre que teníamos
atado en el otro extremo de la habitación se había corrido con solo contemplarnos..
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