Voy a comerte la boca
a cada milésima de segundo. A clavarte mis pupilas como si fueran chinchetas.
Mandaré a mis labios de excursión por tus orejas susurrando palabras sin
sonido. Me volveré muda, hablándote con las manos que son las que mejor se entienden.
Para el reloj. Me importa una mierda la hora que sea. Si es de día o es de
noche a nosotros no nos afecta. Las estrellas las veremos igual, y el calor del
sol nos cocerá a fuego lento. Súbete conmigo a esa montaña rusa donde el ritmo
lo marca los latidos de mi pecho. Donde tú y yo lo único que tenemos que hacer
es dejarnos llevar. Donde voy a quererte hasta la última letra de tu nombre.
Porque eso es lo que me apetece hacer hoy. Y todos los días de mi vida….
Prometía ser un fin de semana movidito. Mi amiga y yo estábamos solas, ya que nuestros hijos se habían ido de fin de semana con sus respectivos padres y teníamos en mente un montón de cosas para hacer. Habíamos acordado que ese fin de semana no nos íbamos a apalancar en casa. La verdad, perdimos toda la tarde del viernes pensando en que hacer el sábado y el domingo. Lo que estaba claro era que no íbamos a quedarnos en casa. Asique decidimos irnos a pasar dos días a un balneario. Genial. Relajante, fresquito, silencioso… y sin hombres, solo los masajistas. En fin, el sitio perfecto. Preparamos maletas. ¿Que metemos? Total, allí no se liga, pero por si acaso, vamos a echar en la maleta algo sexy a la par que provocativo, porque nunca se sabe. Me voy a mi armario, lo reviso de arriba abajo y al fondo veo ese vestidito rojo de seda y con escote de vértigo que me compré hace mil años y que aún conserva su etiqueta. Lo saco y me digo a mi misma… ¿por qué no? Total, algo tendr...
Comentarios
Publicar un comentario