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El sábado salí de
copas pero al contrario que mis amigas, no tenía ganas de irme a casa cuando se
acabó la fiesta así que las acompañé a la parada de taxi y me fui a tomar la
última al local que regentaba mi amigo.
Nos conocíamos de
toda la vida. De hecho cuando yo era niña, él ya tenía novias y yo, quería
hacerme mayor para ser una de ellas pero cuando tuve edad, él ya no estaba a mi
alcance.
Entré en el pub y ahí
estaba él sirviendo copas al ritmo de la música.
Llevaba puesto un
polo de manga corta ajustado y unos vaqueros que le hacían un culito… ¡me puse
cachonda solo con verle!
Me colé como pude
entre la gente y después de mucho esfuerzo llegué a la barra.
Se quedó perplejo
cuando me vio. Creo que a esas horas a la última persona que esperaba allí era a
mí.
-
¿Qué haces aquí
reina?
-
¡Pues ya ves! No
tenía ganas de ir a casa y me acordé de ti
-
¡Has hecho bien! ¿te
pongo lo de siempre?
-
Ummm… sí. Y bien cargado
Me sirvió un vodka
naranja, me puso una chuches y siguió a lo suyo.
De vez en cuando, se
pasaba por mi sitio me decía una tontería y seguía a lo suyo. Eso sí. No dejaba
que se me acabara la bebida. Según se me acababa la copa, me ponía otra y
cuando terminé la tercera viendo que lo más que iba a sacer de esa noche iba a
ser una resaca monumental al día siguiente, le dije con la mano que me iba.
Cuando me levanté del
taburete, se me nubló todo. Iba algo perjudicada pero aún controlaba así que
era el momento perfecto para retirarse.
Estaba intentando
abrirme paso entre la gente cuando noté que me agarraban del brazo. Me giré
bruscamente para ver quién era y qué coño hacía pero mi sorpresa fue que quien
me agarraba era él.
-
¿Dónde vas? – Me
gritó para que le oyera.
-
¡¡¡A casa!!! ¡¡¡Mira
qué hora es y si sigo bebiendo mañana o mejor dicho dentro de unas horas voy a
tener un problema!!!
-
¡¡¡Espera mujer!!!
¡¡¡Que apenas hemos hablado en toda la noche!!! ¡¡¡Nos tomamos la última!!!
-
¡¡¡Que no!!! Que yo
paso de estar como una borracha cualquiera en la barra. Mejor me voy y hablamos
otro día.
-
Ya he terminado mi
turno. – Me dijo – Acompáñame dentro. Me cambio y nos vamos.
-
Vale. Pero rapidito –
Le dije mientras volvía para atrás empujando a la gente.
Llegamos al almacén
que era dónde se cambiaban pero la puerta estaba cerrada.
-
Tengo que ir por la
llave al despacho – Me dijo- Vamos. No te quedes ahí parada.
Me cogió la mano y me
llevó hasta el despacho que estaba en la otra punta.
-
Entra y cierra la
puerta – Me ordenó.
-
¿Para qué? ¡Si vamos
a tardar un segundo!
-
Entra y cierra por
favor que quiero hablar contigo. – Me repitió.
Entré y cerré la
puerta sin saber muy bien de qué querría hablarme.
Se quitó el polo y
¡Dios qué pectorales!
Le conocía hacía
siglos y nunca hasta hoy le había visto sin camiseta. Me puse cachonda con solo
verle así y noté como mi cara empezaba a arder.
Me miró y se echó a
reír.
-
Te has puesto roja.
¿Qué te pasa?
-
Nada. Que tengo
calor. Dime. ¿De qué me quieres hablar? – Le interrumpí cambiando de tema.
Se me acerco y me
dijo…
-
Pues…
Y me besó. Me besó
suavemente. Casi acariciando mis labios a la que me atusaba el pelo.
Por un momento me
planté planteé pararle pero no pude hacerlo. Llevaba años deseando este momento
y no pensaba desaprovecharlo.
Sus besos fueron en
aumento. Me besaba el cuello, me acariciaba la espalda y casi sin que me
percatara me desabrochó lentamente la blusa.
Con cada botón que me
desabrochaba, me daba un beso. Así poco a poco cubrió mi pecho de besos hasta
llegar a la cintura.
Sutilmente me
desabrochó el sujetador y sus labios rozaron mis pezones poniéndolos duros como
piedras.
Con cada beso, mi
respiración se volvía más y más agitada y cuando pasó de besar los pezones a
mordisquearlos, empecé a emitir pequeños gemidos que poco a poco se
convirtieron en gritos de placer cuando deslizó su mano por debajo de mi falda
y me metió los dedos empezando un baile frenético con mi clítoris.
Lo frotaba sin
descanso. Primero lentamente y poco a poco a toda velocidad.
Mis gemidos cada vez
eran más grandes y mi deseo de tenerle dentro de mí también.
Me temblaba todo.
Como pude le desabroché el vaquero y metí mi mano por dentro. Su polla estaba
dura. Muy dura y muy caliente. Me agaché lentamente, le bajé los pantalones y
el bóxer y dejé su verga tiesa a merced de mi boca llena de deseo.
Se la agarré con la
mano y me la metí entera. La chupaba frenéticamente a la que le masturbaba con
avidez. Le pasaba la lengua por le glande y dejaba caer mi saliva para poderle
chupar hasta los huevos.
Parecíamos obsesos
allí medio desnudos sin importarnos nada. Sólo dándonos placer.
Estábamos tan
absortos que no oímos que llamaban a la puerta. Nos dimos cuenta cuando
sentimos el forcejeo de la manilla.
Sin mediar palabra,
él me levantó me cogió a horcajadas y me empotró contra la puerta.
Sus embestidas y mis
gemidos hicieron que dejaran de llamar a la puerta.
Me bajó, me apoyó las
manos en la mesa que había al lado de la puerta, me agarró la cintura
Volvió a follarme.
Sus huevos chocaban con mi coño y mis gritos hacían eco en toda la habitación.
Como pude, me di la
vuelta, lo empujé sobre la mesa, me subí encima de él y lo cabalgué.
Llevaba años deseando
hacerlo ¡y vaya si lo hice!
Le tenía debajo de
mí. A mi merced. Su polla entraba y salía de mi coño a mi antojo mientras me
masturbaba para empaparle de mí.
Sus gemidos, se
unieron a mis gritos y juntos llegamos al clímax.
Cuando salimos del
despacho todos nos miraban así que me dirigí al camarero que estaba en la
puerta y le dije:
-
¡Sí. Hemos follado!
¿Algún problema?
Nunca más hemos
vuelto a follar y nunca hemos hablado de esa noche. Pero siempre quedará en
nuestra memoria la cara de estupor de los camareros y de su ex novia al vernos salir del
despacho
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