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Trabajo en un centro
comercial. El ritmo allí, es algo monótono. Clientes que entran, compran o
fisgan y sin más desaparecen. Algunos son asiduos clientes pero no entablan
conversación. Solo lo justo y por cortesía.
Sin embargo, hace dos
semanas que venga observando a un cliente un tanto peculiar. A simple vista,
parece uno más de los habituales. Pero este en concreto, viene demasiado a
menudo y varias veces al día.
Es un hombre de estatura
media. Calculo que mide 173 cms. De complexión normal. Bien afeitado, Con perilla y un olor… que me vuelve loca.
Cuando pasa por mi lado, él no lo nota, pero cierro los ojos y aspiro ese olor
que me pone a cien.
Esta mañana, se ha
detenido justo a mi lado y se ha dirigido a mí para preguntarme algo. Me he
puesto tan nerviosa que lo que llevaba en las manos (unos pegamentos) se me ha
caído.
- ¡Uy lo siento! – le he dicho con voz
entrecortada.
. Tranquila
mujer. No pasa nada. ¿Podrías ayudarme? – Me ha respondido.
Al escuchar su voz me han fallado las piernas
y me he caído encima de él derramándole en los pantalones un bote de pegamento.
-
-¡lo siento! ¡Qué
torpe soy! ¡Espera por favor que te limpio!
- -
¡No creo que esto se
limpie con un paño! – Me ha dicho con tono áspero.
- -
Lo siento, de verdad.
Si quieres puedes acompañarme a los vestuarios y tratamos de arreglar con agua
y jabón el estropicio.
- -
Vale perfecto. No
creo que salga pero por lo menos no iré goteando pegamento.
De camino al
vestuario, no hemos cruzado palabra, pero he notado que no dejaba de mirarme.
Cuando hemos llegado, le he pedido que se quitara los pantalones para
podérselos limpiar o por lo menos para intentarlo.
- -
¿Y si entra alguien? –
Me ha preguntado.
-
-No te preocupes que
cierro con llave para que no nos molesten. – Le he contestado.
Se ha quitado los
pantalones y he podido apreciar unas piernas bien torneadas y un bóxer ajustado
que dejaba ver su potente masculinidad. Él ha notado que yo le miraba y
descarado me ha dicho.
- -
¿Qué pasa? ¿Qué
miras? ¿Te gusto?
Y yo he intentado
disimular pero cuando me he querido dar cuenta, me estaba metiendo la lengua
hasta la campanilla. Su boca, ha empezado a recorrer mi cuello y sus manos a
desabrocharme la blusa.
Nos hemos besado
apasionadamente sin mediar palabra. Poco a poco me ha ido desnudando sin dejar
de besarme. De pasarme su lengua por todo mi cuerpo y cuando ha llegado a mi
cintura, sin dudarlo me ha bajado el tanga, me ha cogido en volandas y me ha
follado allí mismo. Contra las taquillas.
Sus envestidas brutales y su verga caliente y dura dentro de
mí, me han hecho perder la noción de todo. Del tiempo, del sitio… de todo. Me
he corrido como una perra y cuando él lo ha notado me ha sacado la polla y sin dudarlo
ha dirigido mi boca hacia ella.
Estaba tan, tan
cachonda que me la he metido entera y he empezado a chupársela vorazmente.
Sus gemidos de placer
me han puesto más cachonda todavía y he empezado a masturbarme a la que le
chupaba la polla y cuando se ha dado cuenta, me ha dado la vuelta contra las
taquillas y me ha penetrado mientras con sus dedos me masturbaba.
No tengo palabras
para describir lo que he sentido al tener su polla dura entrando y saliendo de
mi coño. Su aliento jadeante en mi nuca y sus dedos frotando mi clítoris pero
ha hecho que me corra a chorros y cuando me estaba corriendo, me ha susurrado
al oído...
-
Me voy a correr
contigo
Y he notado como
descargaba toda su leche en mi coño húmedo y caliente.
Los pantalones
seguían en el suelo del vestuario sin limpiar pero ya secos. Se los ha puesto,
me ha dado un beso en los labios, ha abierto la puerta y se ha ido sin mediar
palabra.
Ni siquiera me ha
dicho su nombre. Pero eso, después del polvo navideño de hoy, es lo que menos
importa.
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