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REENCUENTRO EN ROMA

Hacía tanto tiempo que no se veían... Él decidió poner tierra de por medio cuando ella le dijo que no le amaba y siguió con su vida.  Era cierto. No le amaba. Pero se sentía irremediablemente atraía por él y no había podido olvidar su olor.   Habían pasado diez años y seguía teniendo su olor tatuado.   Ese año había sido complicado. Cansado. Raro. Todo lo planeado había sido pospuesto así que ella decidió tomarse unas vacaciones y ausentarse de todo para poder seguir adelante.    Su destino: Roma. Una semana en un resort lejos de todo y todos. No llevaba ni teléfono móvil. Así se garantizaba relax absoluto.   Llegó al aeropuerto como cinco horas antes pero no la importó. Eran sus vacaciones y el tiempo había pasado a un segundo lugar.   Cuando embarcó estaba tan excitada que la fue imposible quedarse dormida. Cuando aterrizó, fue a recoger su equipaje y a esperar el autobús que la llevaría a su destino.   El resort estaba a las afueras de Roma. Lejos del tumulto y el ruid
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EL EXPRESO DE LAS CUATRO

    - ¡Quiero ese abrigo!   - Vale. Yo te lo regalo. Pero con una condición. Tienes que ponértelo un día sin nada debajo.   - ¿En serio?   - Totalmente. No me importa el día. Puede ser mañana o dentro de un año, pero tienes que ponértelo sin nada.   - ¿Y qué pretendes hacerme si hago eso?   - Tú solo hazlo querida. El resto vendrá solo.   - Venga. Vale.   - ¿Seguro? Mira que luego no quiero excusas...   - Seguro. Te lo prometo.   Y me regaló el abrigo. Negro, de vuelo, forrado entero de pelo y atado a la cintura con un cinturón.   Pasó el tiempo y el abrigo seguía en el armario a la espera de ser estrenado.    Con los meses, la relación se fue enfriando y el abrigo sin estrenar, pasó a formar parte de los miles de recuerdos que guardaba suyos en el mayor armario del mundo. Mi cabeza.   Un día cualquiera, me levanté decidida a reconquistarle. Así que salí a la calle con la mejor de mis sonrisas, unos salones de tacón fino, unas medias negras de liga y el abrigo.   Él llegaba en el tren